sábado, 25 de agosto de 2012

Recordando a Jesús María Yepes... Y al Filósofo de "Otraparte" (crónica)


Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez

 
 
 
 
     [Una primera versión mucho menor de este escrito fue publicada en la revista granadina La Viga en el Ojo, de mayo de 2012. El texto fue elaborado a partir de indagaciones hechas durante mis estudios de Comunicación Social y durante los primeros años de estadía en Granada. Su título original fue "Homenaje al olvido". Esta versión se terminó de redactor el 29 de agosto de 2016.]


 



Envigado, año 2016


 

     Granada (Antioquia) es hoy un lugar "apacible". Imaginemos cómo fue en el año 1900, hace más de un siglo. Por inmuebles tenía una capilla, pocas casas de bareque o tapia construidas posiblemente alrededor de una plaza, un bosque húmedo que rodeaba estos lugares y algunas parcelas dispersas en el monte. Un catolicismo intransigente y monopolizador templado entre las guerras civiles del siglo XIX, una comunidad dura como un monolito y una naturaleza dominada "a la brava".


     En el 1900 se propagaban los efectos de otra de esas cruentas guerra colombianas, la denominada "De los mil días", la cual enfrentó, ¡otra vez y por enésima!, a los partidos políticos liberal - los rojos- y conservador -los godos-. Sin adentrarme en los pormenores de este conflicto, encontré que al parecer el departamento de Antioquia no fue teatro bélico de la misma. Sin embargo, si eso fue así, nos preguntamos cuál fue el costo, en sangre, en vidas y en libertades, para  construir un dique que impidiera que la guerra nos inundara. Algo es claro. En el campo, en las aldeas, en los caminos veredales siempre han sido mayores los sacrificios y se sufren más cruelmente los conflictos sociales que apenas se perciben en las ciudades. Esto dentro del devenir social colombiano.   

 
     Los granadinos con su historia a cuestas: con la pujanza de los cargueros, con tenacidad de los mineros, con el pragmatismo de los empobrecidos, con la resignación de los cultivadores. Algunos con la crueldad y el desenfreno de los mercenarios, otros con el arrepentimiento de los rezanderos, y una gran masa con la tristeza,  la rabia, el rencor y la represión que dejaron en los indígenas y los negros,  la destrucción de su cultura, los siglos de esclavitud, discriminación  y exterminio, y la imposición de una religiosidad puritana y excluyente.

 
     Medellín y su “modernismo” a día y medio de camino, si se contaba con un caballo de buen trote. Por esto la educación en Granada hace ciento once años era precaria, y hoy persiste una distancia mental similar, aunque la geográfica se haya disminuido considerablemente. El abandono y la indiferencia del gobierno central son los responsables. La intelectualidad local puede hacer muy poco para cambiar las cosas. El propósito preponderante es el de mantener las situaciones de siempre. Y como en todo el territorio colombiano, aún sufrimos las oscilaciones de ese filoso péndulo que trepida entre la civilización y la barbarie, por falta de políticas serias, planificadas, consultadas con la ciudadanía, implementadas de manera estricta, sometidas a todo tipo de controles y verificaciones, y evaluadas y calificadas a partir de sus resultados y no de sus "intenciones".

 
    Así sucedió que el niño más juicioso de la escuela, en esa época, decidió no volver a estudiar. Y esto a pesar de los pesares: su inteligencia fue valorada como la de ningún otro, desatendió los consejos de sus profesores e ignoró los ruegos del médico Ramón y de doña Dolores, sus padres… ¡JesúsMaría Yepes Herrera se dedicó a arriar mulas!

 
     Lo imaginamos silencioso, recio, cubriendo con un gran sombrero su cabeza… Erguido, templando la virilidad que había en su ser infantil, con el fin de dominar las bestias. Al final de cada jornada, agotado, agobiado, empantanado, sudoroso, hambriento, pero con el poder que da el medir fuerzas con los elementos.


    Sin embargo, por esas mismas trochas donde los arrieros se ganaban el sustento y llevaban a fuerza de mulas su sentido de progreso, pasaban las noticias de esa guerra sanguinaria, como todas, desfilaban las tropas, los mercenarios, los insurrectos, los pertrechos, los fusiles, la pólvora y los cañones que se desintegrarían en los "lejanos" campos de batalla. Pasaban los odios y las pasiones que torturaban los corazones y la bondad de los contendientes, corrían las víctimas que llegaban a buscar refugio, los desplazados por la violencia, los "inocentes mudos" de siempre, los abusados, los atropellados, los desheredados... La simiente de las próximas guerras.   

 
     Intranquilidades, zozobra, miedo, desesperanza, respiraban los arrieros, sus ayudantes y las poblaciones campesinas enteras durante aquellos días. Jesús María no podía permanecer indiferente ante tantos sentimientos encontrados. En su interior se agolpaban, en las noches en su cama salían como murmullos, como pesadillas, como lamentos. Durante el desayuno contaría especialmente a su madre de aquellos miedos y temores, para obtener con las bendiciones y las miradas amorosas de ella unos pedazos de esperanza. Del padre aprendería a templarse en el silencio, a soportar mientras se ganaban las fuerzas y los medios necesarios para cambiar las cosas.  
   

     Durante los días de feria en la Plaza, lo “vemos” lejano, mirando “a través” de las reses, de los campos, saludando cortésmente a sus mayores, pero sin la maliciosa gestualidad de tales negociantes. Él fue un arrierito extraño, un arrierito introvertido, que abandonaría pronto su oficio para dedicarse a estudiar, a formarse, a recrearse, a obtener las herramientas para volcar en bien, en derecho y en justicia todo el mal y el dolor que percibió en esas veredas. 

 
     En un año Jesús María agotó su oficio, en un año se encontró con él mismo, ordenó sus ideas, concretó sus objetivos y finalmente se volcó sobre sus potencias: las del intelecto.
Hizo la secundaria en el Seminario de Medellín, buscando siempre las mejores notas. Se graduó de abogado en la Universidad de Antioquia, donde ejerció el periodismo político como una pasión. Y por concurso de méritos fue becado para doctorarse en Europa. Partió de Granada con la bendición de sus progenitores, tras los festejos en casa de Jesús “Capacho”, los cantos de Salvador Giraldo y aferrado a la cruz que el padre Clemente Giraldo puso en sus manos, el 3 de mayo de 1912. Salió a conquistar el mundo, como antes y después de él lo hacen sus paisanos.




 
Yepes en 1916, con 26 años de edad, recién llegado
de Europa, dedicado a la dirección del Periódico
    El Colombiano y a la docencia en la facultad de
          derecho de la Universidad de Antioquia.
 
 
 
     Fernando González, el filósofo de Otraparte, nos legó la siguiente descripción del ambiente en el seminario cuando Yepes Herrera estuvo allí:


     " Apenas cumplió nuestro héroe [se refería al jesuita Benjamín] los dieciséis años entró al seminario de Medellín. Allí estuvo durante dos. Sus profesores fueron el gran poeta Roberto Jaramillo, Ulpiano Ramírez y Lubín Gómez. Les ganaba en latín a todos los condiscípulos.  Cierta vez sólo él obtuvo cinco, y Jesús María Yepes, mametas hoy [año 1936] de todos los partidos políticos, protestó.
 
     "El seminario estaba dividido en dos bandos: uno, de gente robusta, alegre, juguetona en los recreos, capitaneados por Juan Manuel González [Arbeláez], que desde entonces tenía dotes de conductor de jóvenes y del corazón femenino; el otro, de gazmoños, que durante las recreaciones escuchaban las pláticas de un seminarista aviejado, de apellido Barrera, especie de Torquemada." (Fernando González Ochoa, Antioquia. Colección señas de identidad. Editorial Universidad de Antioquia. Medellín, marzo de 1997. Página 136).  


     Jesús María Yepes logró convertirse en uno de los abogados internacionalistas más importante de su época. Fue mano derecha o asesor de los siguientes Presidentes de la República:

Pedro Nel Ospina (1922-1926)
Miguel Abadía Méndez (1926-1930)
Enrique Olaya Herrera (1930-1934)
Alfonso López Pumarejo (1934- 1938, 1942-1945)
Eduardo Santos Montejo (1938-1942)
Alberto Lleras Camargo (1945-1946, 1958-1962)
y Mariano Ospina Pérez (1946-1950) quien visitó a Granada en el año 1961.

 
     Yepes realizó labores diplomáticas por fuera de Colombia, en América y Europa, en los siguientes años: 1912-1916 (en Bélgica), 1923-1926 (en Estados Unidos, Canadá e Inglaterra), 1926-1930 (en Brasil, Cuba y Suiza), 1933-1945 (en Suiza y Estados Unidos).


     Durante este tiempo fue configurando la escuela de Derecho Internacional Americano, cuyos postulados, según el conservatismo, son de origen católico y bolivariano, y cuya vigencia se materializó posiblemente en órganos internacionales como ALBA (Alianza Bolivariana para los Pueblos de América Latina) y UNASUR (Unión de Naciones Suramericanas).

 
     Yepes Herrera participó en el proceso de fundación de la ONU (Organización de las Naciones Unidas) y la OEA (Organización de Estados Americanos). Escribió más de cincuenta libros, especialmente en francés. Fue profesor y conferencista en las más importantes universidades del viejo y el nuevo mundo. Conformó una bella y talentosa familia junto a la aristócrata bogotana, María Antonia Cuervo Pérez.

 
     Murió en Bogotá, el 3 de mayo de 1962, exactamente 50 años después de su primer viaje a Europa. Este año (2012) conmemoramos tanto 50 años de su muerte como 100 años de ese primer e inolvidable viaje a Europa.


     A través de la persona y el profesionalismo de Jesús María Yepes, el mundo supo que en un pueblo de Colombia llamado Granada, nacen hombres de talla universal. Si nuestro homenajeado hubiera sido enterrado con todas las condecoraciones que recibió en vida, habría sido necesario descenderlo a la tumba en el ataúd de un rey.


 

Los Yepes Herrera en Granada, con J.M., al centro,
 de regreso a Colombia desde Europa después
 de 15 años de ausencia, a mediados de 1945.



    
     Se dice que, con motivo de su muerte, el Congreso Nacional expidió una Ley por la que ordenó a la nación comprar la casa natal del internacionalista y conservarla como monumento nacional. Hubiera sido, a la fecha, el único inmueble de tal categoría con que contaría este municipio. Desgraciadamente la casa fue derruida, tal vez como resultado de una campaña de “rumores” relativa a que Jesús María y su familia "no querían al pueblo".
 
 
     Personalmente tuvimos la oportunidad de leer en un ejemplar del periódico Granada (Año II, número 31 de 20 de septiembre de 1941), la carta de amor que el internacionalista le dirigió a su pueblo, cuyo hermosísimo contenido, que no tuvimos el cuidado de transcribir, hacia entera justicia a su intención. Recuerdo que el texto plasmaba la exagerada devoción que Jesús María sentía por su terruño, pero parece que de nada le sirvió.
 
 
      En un texto titulado “Las tentaciones que padezco” (1936), Fernando González vuelve a mencionar a nuestro homenajeado, contrastando su vida con la de éste.
 
 
     “Al tiempo que ese problema ululante, tengo dudas acerca de mi vida (obra). A ratos me parece que hice mal al publicar El Hermafrodita dormido; que debí atender al Gobierno colombiano a ese respecto: viviría en Francia. Mi literatura, desde Don Mirócletes nos ha causado ‘males’ a mi familia y a mí. Hoy me tienen por 'alocado' y me odian.
 
 
     "A ratos, deseo 'virar': ser prudente. Que la literatura sea un medio para 'triunfar'. Escribir lo que la gente desea.
 
 
     "Publiqué El Hermafrodita dormido en la creencia de que tendría mucho éxito y que podríamos vivir en Suiza...
 
 
     "La revista Antioquia me ha producido unos ocho individuos que me han dicho: 'está buena la revistica'. Una amiga, a quien he amado siempre, me dijo: 'el periodiquito está muy bueno'. Además, hoy tengo como dos mil enemigos más que se alegrarán con mi muerte...
 
 
     "¿Soy loco o qué? ¿Por qué no rehacer mi vida? Puedo muy bien dedicar estos cortos días posibles a mejorar la imagen que tiene de mí. Pero...no es posible que yo sea un Jesús María Yepes.
 
 
     "Pero, en todo caso, el hombre nació para actuar y no para pensar en fantasmas." (Fernando González Ochoa, obra citada, página 221).
 
 
Fernando González en su finca de Envigado
 

3 comentarios:

  1. Este texto fue un intento de darle novedad a un tema tratado y olvidado a lo largo de casi un siglo por los granadinos. Suprimi u omiti muchos datos y fechas teniendo en cuenta el poco gusto que muchos de dichos habitantes tienen por la Historia. Fue publicado en la revista local La Viga en el Ojo, en mayo de este year. Esta mera publicacion convirtio al texto en un "refrito", segun lo dictan las costumbres de los "editores" del municipio.

    ResponderEliminar
  2. Entre los defectos de este texto, existe este error garrafal que note hace muchos meses y es el siguiente: por el año 1900, Colombia estaba inmersa en la denominada "Guerra de los Mil Días", por lo que el pueblo de Vahos (cuyo nombre se cambio por el de Granada a finales de 1903, como un efecto seguramente de dicha guerra) no permaneció inmaculado ni apacible. Su historia permanece vinculada a la del viejo Cantón de Marinilla o "Esparta colombiana", como también fue llamado y de donde Granada se "desmembró".
    Seria interesante investigar de que manera influyó en la personalidad del Yepes Herrera, esa guerra entre conservadores y liberales que ocurrió entre los años 1899 y 1903 aproximadamente, cuando fueron derrotados los rebeldes liberales.

    ResponderEliminar
  3. ¡Hola!
    Mi nombre es Katerine, en este momento me desempeño como bibliotecaría en el municipio de Granada, estoy realizando unos vídeos para hablar de los personajes del municipio a los chicos y me preguntaba si podrías permitirme usar varias partes de tu texto que es por cierto muy interesante para este fin.

    ResponderEliminar