Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez
[Relato de no ficción relativo al asesinato de Luz Adriana Arambure, estudiante de la Universidad de Antioquia. Fue escrito en Envigado en el segundo semestre de 2002 para el Taller de Redacción Periodística de dicha institución, a partir de una propuesta de clase del profesor Andrés Vergara. Aquel año continué los estudios de Comunicación Social después de haberlos suspendido durante tres años.]
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Abril de 2002 |
“Para mi luna que no entiende
por qué no estoy sentada
en el lugar de siempre.”
Luz Adriana Arambure
(1978-2000)
Fue el cariño de madre –ese palpitar en el pecho que sintoniza los pensamientos de ella con las vivencias de sus hijos-, o la intuición femenina, o el sentido común, o el destino, o el llamado de la sangre, o lo que fuera, aquello que llevó a doña Nubia y a su esposo ante el cuerpo inerte y lacerado de Luz Adriana Arambure. Anegado en un pantano de sangre, deformado por la sinrazón del mal, desnudo, con una horrible mueca de dolor en lo que quedaba del rostro, en un lote baldío ubicado entre Guayabal y Belén, fue encontrado el cadáver de la joven.
¿Quién o qué desvió a la muchacha de su camino a casa? ¿Qué hechos ocurrieron entre el momento en que su novio la acompañó a uno de los paraderos de buses frente a la Universidad de Antioquia, y el momento de su muerte? Lo primero ocurrió aproximadamente a las ocho de la noche de tan nefasto día. La luna estaba esplendorosa. Seguramente fue ésta la que sedujo a la muchacha, como siempre, y la condujo por senderos prohibidos hasta su triste desenlace. Las decenas de fotografías, pinturas y poemas dedicados a esa “carita blanca” y apilados en el cuarto de Luz Adriana, atestiguan el amor que por ella sentía.
En el mismo momento y lugar, pero en un mundo opuesto al de aquella luminosa estudiante de biología, otro amante de la luna acechaba en la noche a alguna víctima: un sicópata al que las caricias de aquella fría dama sumergían en el éxtasis de la insania, donde las imágenes son calientes y el tacto ansía la sangre, el orgasmo... La luna fatalmente los había unido: a ella adormeciéndola con su embrujo y con las melodías de algunos insectos noctámbulos, y a él poniéndolo presto, cual fiera azuzada, para arrojarse varilla en mano sobre la humanidad de la joven.
Sólo la luna, los insectos y la noche fueron testigos del encuentro de aquellos mundos. Una reunión mortal para la inocencia, una injusticia humana secundada por la burocracia, como no podía ser de otra forma: aquellos mismos policías que se negaron a buscar a Luz Adriana, apremiaron a los desdichados padres para que firmaran las actas de levantamiento del cadáver, necropsia y defunción, cuando este fue hallado. Para esto se hizo uso del rapidógrafo que su padre iba a obsequiar a la difunta.
Este texto es fruto de trabajo de clase para el curso de Redaccion, dictado por el profesor Andres Vergara, quien nos dio unos datos basicos a los que debiamos dar "forma". Influyo en el resultado mi gusto por la obra de Edgar Allan Poe. La fecha es mayo de 2003.
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