sábado, 2 de agosto de 2014

Cristo empolvado (poema)

 Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez

   
    [El siguiente texto lo escribí en Envigado por octubre del año 1985 y surgió de mi observación de una imagen del Señor Milagroso de Buga. Esta imagen estaba cubierta de polvo e inserta en un marco metálico. Reposaba sobre el nochero de mi padre, por lo tanto era de mi padre, con quien por esos días, extrañamente, compartí habitación. Mi estado de melancolía era máximo en ese tiempo. Había sido pésimamente recibido en mi nuevo colegio, además la casa estaba llena de tristeza, pues mi hermana menor, Sandra Jimena, que contaba con seis años de edad, sufría de una extraña enfermedad, y parece que la relación entre mis padres sufría "interferencias" que atormentaban a mi progenitor, quien por esos días se dedicó a la bebida. 

    Faltan en esta versión algunas líneas finales que incluí por el año 1992.] 
 
 
 
 
Febrero de 1986 aproximadamente.
 
 
 
 
    !Te abandonaron, oh Cristo, te abandonaron! Ellos que un día sus sueños y esperanzas fijaron en ti. Ellos que con una oración, una persignación, decían ofrecer sus vidas por estar unos minutos junto a ti. Ellos te dan ahora la espalda, dejándote olvidado en esa vieja cárcel de madera: ese marco tan pequeño como la mano de aquel mugroso niño, que extiende su brazo en busca de la moneda que alargue su existencia.
 
 
 
    !Te abandonaron, oh Cristo, te abandonaron! Olvidaron tus palabras, olvidaron la bondad y hoy sólo creen en la fuerza que la maldad les brinda. Comparten el odio y el vicio con sus mujeres y sus hijos. Son pequeños seres a los que el caos pretende reflejar como gigantes, y a quienes cada alucinación viste con la sangre de sus enemigos. !Mil truenos, mil colmillos marcan sus pasos! !Mil lamentos, lamentos no los detienen!
 
 

    !Te abandonaron, oh Cristo, te abandonaron! Busca un nuevo mundo y olvida nuestra tierra! !Destruye lo que existe de cada ser humano! Construye un reino hermoso de criaturas inconscientes, donde no se hable de responsabilidad, conveniencia o beneficio; donde asesinar sea un incontenible instinto y no una mórbida terapia; donde cada paso sea dado sobre el sendero que la necesidad señala; donde tu presencia sea cierta y no un cúmulo de recuerdos; porque si en realidad eres el Rey, habrás de tomar tu sitio, para dejar de serlo que has sido, por los siglos de los siglos: un ídolo perdido que el tiempo ha cubierto de polvo. 




Señor de los Milagros de Buga











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