martes, 8 de octubre de 2013

Terminator Vallejo (crónica)

Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez

 
(Escrito en Envigado a finales de 2005 para el curso de Periodismo III de la Universidad de Antioquia, dictado por el editor del Periódico el Colombiano, Víctor León Zuluaga Salazar. ) 
 
Año 2005


    Dentro del pasado Tercer Festival de Cine Colombiano Feria de las Flores, vimos el documental La Desazón Suprema: Retrato Incesante de Fernando Vallejo, del cineasta Luis Ospina.


 
    Este caleño nacido en 1949, es una de las figuras más importantes del cine colombiano de los últimos treinta años. Autor de dos largometrajes: Pura Sangre (1982) y Soplo de Vida (1999), así como de tres decenas de documentales. También es crítico de cine e investigador.


 
    Los críticos colombianos le abonan a Ospina su pericia técnica, que aprendió en universidades norteamericanas como la Universidad del Sur de California (USC) y la Universidad de California Los Ángeles (UCLA). Pero, ponen serios reparos a la puesta en escena de sus películas. Con sus documentales son menos rígidos, pero, los consideran parte de un género menor dentro del cine.


 
    Ospina fue quien puso en contacto al cineasta Barbet Schroder con la obra y la persona de Fernando Vallejo, de lo que resultó la versión cinematográfica de La Virgen de los Sicarios. Ospina hizo además un pequeño detrás de cámaras de esta película. Posteriormente retomó una idea que Schroder abandonó: hacer un documental sobre la parte menos conocida de la personalidad del escritor. Así nació La Desazón Suprema.



Luis Ospina

                                                                                                       
    Ospina se traslado a México, a vivir durante dos meses como vecino de Vallejo. Allí se entrevistó con éste y lo grabó durante veinte días. Sólo a Schroder con su cámara, le había permitido el escritor tal cercanía, en Medellín. Pero, también Ospina había demostrado en el pasado ser uno de sus incondicionales. La Desazón muestra imágenes grabadas por los dos cineastas. Vemos a Vallejo ingresar al templo de La Candelaria, arrodillarse y encender un velón; ingresa en Las Cuevas del vicio, rodeado de niños sacoleros; recorre las casas en las que vivió con sus padres; revisa las ediciones de sus libros, crea sus columnas literarias y pide opiniones a Ospina, entre risas, sobre el contenido de aquéllas.


    Sin embargo, desconfiamos de la naturalidad de lo que vemos. Pensamos que Vallejo toma por tontos a quienes lo miran… Él, que vomita su alma en lo que escribe, ahora juega con la tímida cámara de Ospina

 
Fernando Vallejo Rendón
                                                     
     En La Desazón, aparece triunfante el Vallejo brutal y despiadado que escandaliza en los textos. Sus mandíbulas y cráneo manifiestan el cuerpo caníbal que gobiernan; sus gestos ahondan la frialdad de su cinismo; sus ojos oscuros coronan de maldad su rostro. El tono de su voz le da al látigo de sus palabras una contundencia más destructiva. Correctamente vestido, se nos presenta como un exhibicionista, como un mediático autor maldito.


    La “bestia” no le huye a las cámaras, mejor las usa para amplificar su blasfemia. Con tantas canas como el Woytila de quien despotrica, tan solemne como un arzobispo, lanza su oración inversa por la destrucción de Colombia. De los infiernos emerge el espíritu de Terminator Vallejo, cargado de fusiles que disparan letras de plomo y metralla

 
    Pero, toda imagen de horror desaparece ante el primerísimo plano de unos ojos surcados por lágrimas, que se niegan a llorar, por no acompañar a una voz entrecortada que nos habla del alma penante de nuestro personaje. ¡Por fin una verdadera chispa de humanidad, que salva a la “bestia”! Tristemente fue una, que duró tan poco como el guiño de un ojo.






Terminator
                                           
                                             
    La realización técnica de La Desazón fue original, moderna y heterodoxa. Ospina fue su director, productor, camarógrafo y sonidista. Algunos críticos lo acusaron de hacer puesta en escena, de poner a actuar a Vallejo. Ospina lo niega. En resumidas cuentas, rindió homenaje a un escritor de gran significación para la lengua española, prolífico y profesional. Se perfecciono, además, una simbiosis artística en la que cineasta y escritor se eternizan, y pasan a escena alternativamente.


    El primero es el dios que soltó a la “bestia” para que devorara a los críticos herejes; el segundo es el ser demoníaco que potenció su furia y estableció su reino mientras duró el documental. "Oremos" para que la crítica propicie el conocimiento de la obra de ambos.

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