Autor: Luis Fernando Arredondo Gómez
[Escrita en Envigado a mediados de 2005, para el curso de Periodismo Cultural de la Universidad de Antioquia, dictado por el cronista del periódico El Colombiano, John Saldarriaga.]
Alguien me encomendó una tarea con las tablas de la ley bajo el brazo y me tiró sobre una banda deslizante, infinita, como la del aeropuerto del cielo. "La vida es mucho más que un gran códice", quise gritarle, pero el mecanismo desplazó mi cuerpo. ¡Qué hermoso era el contraste, entre la claridad circundante y las menguadas luces hacia las que era dirigido!
Unos chillidos terribles nacidos en gargantas mitológicas desgarraron mi tranquila ruta. Aleteaban sombras al final del iluminado túnel, en mágica danza con vientos de invierno. Era un pueblo de gallinazos radiactivos, alimañas alimentadas con los químicos y fluidos de una gran cloaca, que revoloteaban sobre varios árboles enfermos empapados de lluvia.
El perfume rancio de veinticinco madres pobres, llenó de flores sin aroma esta senda mutante de concreto; hoy, puerto aéreo de gusanos que sobre cohetes de bazuco alcanzan el infierno. Parásitos heridos en riña con puñales, indeleblemente tatuados por la muerte, que venden camisas a 200 y "bluyines" a 500. Gusanas con precio que entregan su amor sobre rastrojos, en cambuches grasosos o bajo destartalados maderos. Zánganos de ciclovía en etapas volantes, inhalando el veneno exhalado por los camiones cargados de hormigas obreras, que transitan por las vías aledañas.
En diciembre, gusanos y gusanas se van a invernar, cuando EPM, villancicos, lucecitas y turistas vuelven al lugar. Es el "paseo del río" de la Medellín de reinas, obreras y un niño Jesús con chuzos a 500 y avenas a 100. Al fondo, en la eterna y contaminada primavera se delinean tres cruces que parecen edificios: La Coltejer, La Popular y La República, que marcan las tumbas abiertas de los gusanos, de las hormigas, de la decencia y de Dios.
"Paseo" del Río Medellín (Antioquia)